lunes, 12 de enero de 2015

#Capítulo 7





- No , no y no. – digo sacudiendo la cabeza, tumbado en el sofá con la pequeña Chloe encima.

Patrick estaba sentado en una silla a pocos metros. Ya se le había pasado el gran enfado del mediodía y su pulso había vuelto a la normalidad a cambio de que me quedara en casa cuando él se fuera a trabajar.

- ¿Y por qué no? – Patrick parece desesperado y cansado, al llegar acababa de llamar a la policía para que salieran en mi busca porque hacía media hora que debía haber aparecido.

- No voy a ir a la casa de tus suegros a una fiesta de estirados, y menos si eso supone ponerse traje y corbata, Patrick.

- Vamos, necesitas salir, despejarte, no te vas a quedar aquí lamentándote. – miro a Chloe que, con dos años y medio, ya parece saber lo irritante que puede llegar a ser su padre.

- Primero, es más deprimente todavía ir a una fiesta de esas que quedarse en casa, segundo, si voy allí la gente si no me conocen a mí te conocerán a ti, no quiero contar más veces la misma historia, por otra parte no sé tú, pero yo estoy harto de dar pena. Y tercero, es más probable que me de un ataque de pánico allí que aquí viendo la televisión. – mi hermano se me queda mirando y se levanta de la silla para coger a Chloe de mi estómago. – Patrick, porque yo no vaya no significa que te tengas que quedar aquí cuidando de mí como si fuera un niño pequeño. Ve y pásalo bien, no me va a pasar nada, lo prometo. – y con eso también iba incluido hacerse daño a uno mismo.

- No sé Nathaniel, ya veremos de aquí a mañana.

Y se va escaleras arriba. Normalmente, si él tenía que irse por alguna razón alguien del hospital o voluntarios de asociaciones venía y se quedaba a mi cargo. Pero aquella vez fue diferente, hubo un fallo con el correo que enviaron desde el hospital de mi ciudad a este y éstos no tenían conciencia de mis necesidades así que, como no tenía quien me llevara, aquella tarde no iría a fisioterapia. Patrick le había pedido a muchísimas personas que se quedaran conmigo pero, o no podían o me buscaba alguna excusa para que no lo hicieran. Me giro y me pongo de lado en el sofá con los ojos entrecerrados cuando, pegando saltitos por las escaleras, baja Alice. Tiene el cabello castaño recogido en una perfecta cola y va vestida con un precioso vestido azul. De las dos niñas era la que más se parecía a Patrick y, por consecuencia, la que más se parecía a mamá.

- Hola tío Nathan - dice con una muñeca entre las manos. Era una niña muy nerviosa y, mientras hablaba, bailaba y saltaba por el salón con la muñeca.

- Hola preciosa - ella me sonríe abiertamente.

- ¿Sabes? Mamá me ha apuntado a clases de baile - dice con los ojos muy abiertos, moviéndose por toda la habitación con los brazos en alto.

- ¿Si? ¿De que tipo? - le pregunto com una sonrisa ante toda la energía que proyectaba. En eso también se parecía a mamá. La chica se detiene y se queda pensando antes de salir corriendo escaleras arriba.

- Mamá, mamá ¿Qué tipo de baile me van a enseñar? - cuando recibe una respuesta vuelve a bajar corriendo - ballet, voy a aprender ballet. 

- ¿Eso no es muy difícil para una niña de tu edad? - digo bromeando, aquella niña no paraba un segundo, le vendría bien algo en lo que gastar sus energías.

- Pero yo ya no soy una niña, tío Nathan - enarco una ceja al oír la respuesta de la niña.

- ¿Ah, no?

- No, mamá dice que soy una señorita. - suelto una carcajada ante la respuesta de la pequeña señorita.

- Es verdad, perdón, tu madre tiene toda la razón, estas hecha una señorita

Una hora después Patrick salía con su mujer y sus hijas dejándome solo en casa. O eso creí yo. Apenas veinte minutos después de que se fuera, mientras dormía en el sofá junto al perro siento que abren la puerta. Me despierto con los ladridos del animal y me desperezo ¿quién coño era? Me levanto y cojo un jarrón de la mesa para colocarme detrás de la puerta del salón.

- ¿Nate? - suena la voz de una chica de voz temblorosa pero dulce. Automáticamente me relajo y abro la puerta del salón.

- ¡Joder Kate, me habías asustado!

Digo saliendo al pasillo a recibirla, lleva un jersey blanco, unos vaqueros que resaltan su piel de seda y su cabello naranja. Tiene los ojos cubiertos por unas gafas de sol y un gorro de lana. 

- ¿Te ha enviado Patrick? - le pregunto, antes de darme cuenta de que está temblando de los pies a la cabeza. Frunzo el ceño y la abrazo. En cuanto lo hago se desmorona y empieza a llorar - ¿Va todo bien? - le susurro y ella niega con la cabeza.- ¿Qué ocurre cielo? - se separa un segundo y, con las manos temblando, se quita las gafas, dejando al descubierto un surco morado en un ojo hinchado.

- Michael - me tenso de los pies a la cabeza y trago saliva mientras ella llora y se lanza a mis brazos como una niña pequeña desconsolada.

- ¿Donde está Olivia? - digo tratando de centrarme y no volver a por el jarrón ¿Os había dicho alguna vez que Michael no me caía bien?

- con mis padres - dice entre sollozos. Se separa un instante y se limpia los ojos de lágrimas - siento haber venido aquí, yo... Yo no sabía...

- Shh... No te preocupes ¿Sabes dónde está Michael? ¿Es la primera vez que lo hace?

Entonces se levanta las mangas del jersey que dejan ver moretones nuevos y algunos que ya amarillean, dejando entrever manchas en una inmaculada piel que las hacían más siniestras.

- No, entró en la habitación y me fui corriendo con la niña. Ya se habrá dado cuenta de que no estamos y habrá ido a buscarnos... Él antes no se comportaba así, lo prometo, empezó a beber y cada vez de manera más frecuente hará hace un año. No quería decir nada por Joy, pero nunca había llegado al extremo de hoy... Y tengo miedo.

- Katherine, - digo tocándole un brazo, intentando consolarla - tengo que llamar a la policía ¿Lo entiendes verdad? Por ti y por Olivia no puedo dejar que esto vaya a más... No depués de perder a Joy.

Había que ser un cabrón como para pegarle a alguien más débil que tú, había que ser muy cabrón para pegarle a tu mujer, pero hay que ser un verdadero hijo de puta para pegarle a tu mujer cuando su hermana acaba de morir. No iba a permitir que le hicieran daño, no después de todo lo que ella había sufrido. Katherine había sido como mi hermana y siempre, desde que la conocí, le he tenido un aprecio especial.

- Pero Nate ¿Y si depués vuelve a por nosotras? No me perdonaría nunca que tocara a Olivia no...

- No permitiré que eso pase Katherine... - me paso una mano por la nuca y suspiro - ese capullo se va a enterar. - digo dirigiéndome al salón a por el teléfono - ¿Quieres algo de beber?¿Té, café...? - ella responde afirmativamente y me dirijo a la cocina con el teléfono en la mano.

Marco el número de la policía y, en menos de cinco minutos, dos agentes llamaron a la puerta. Katherine estaba en el salón, con una manta por los hombros y una taza humeante de té. La ayudaría a calmarse. No había parado de llorar desde que había llegado y apenas había dejado de temblar cuando llegaron los agentes.

- Buenas tardes. - saludan los policías cuando entran en la habitación.

Uno era de mediana edad, pálido, con una nariz demasiado grande para su cara y, el otro, era más joven, con rasgos latinos y labios carnosos.

- Nos han dicho que ha habido una agresión a una chica - dice el de la nariz prominente - soy el agente Lostway. - mientras dice eso me lanza una mirada asesina y frunzo el ceño.

- Oh no, no, no me mire así, el agresor es su marido, la está buscando por toda la ciudad.

-¿Y quién es usted si puede saberse? - dice el segundo policía. Al parecer ninguno de los dos tenía un buen día.

- Es el novio de mi hermana agentes, falleció hace poco y es el único del que me fiaba - dice Katherine secándose las lágrimas. - No es peligroso. - concluye, los policías al escuchar eso parecen relajarse y tomarse un pequeño respiro.

Katherine les cuenta la historia detalladamente, la primera vez que le pegó, la última, cómo empezó a comportarse así, les habló de su hija, la cual había contemplado alguna pelea. A ella nunca le puso una mano encima, aclara desde el primer momento. Los policías le pidieron la descripción de Mike y le dijeron que mandarían un coche patrulla a su casa y por la ciudad en busca del agresor, después la acompañarían un par de agentes a recoger sus cosas. Mientras, se quedaría conmigo en casa de Patrick, al cual llamé y en media hora estuvo en la puerta hablando con los policías.

- ¿Quieres que vaya a por Olivia? - pregunta Patrick. Hubiera ido yo pero con la medicación tan fuerte no podía conducir.

- Gracias, pero no quiero ser una molestia - mi hermano sonríe y saca las llaves del coche del bolsillo trasero.

- No es molestia, las niñas estarán encantadas de que se quede a dormir y, además, tú y tu familia habéis hecho mucho por nosotros, os lo debemos - dice con una paternal sonrisa a pesar de ella ser dos años mayor que mi hermano.

Al día siguiente nos llamaron diciendo que habían encontrado a Michael borracho, iba gritando por la calle, enfurecido buscando a Kate. Le habían hecho una analítica por presunta consumición de sustancias estupefacientes o, en otras palabras, drogado hasta la médula. Hasta el juicio estaría vigilado para que no se acercara a Katherine la cual no había podido pegar ojo y se había llevado toda la noche llorando en mi hombro. Pobre Katherine. Si yo estaba destrozado no quería ni imaginarme como estaría ella. Por la mañana desayunó y se fue con Olivia a la casa de sus padres que, tras enterarse, habían insistido en que se quedara con ellos. 
- Es pensarlo y me dan escalofríos - dice Michelle mientras peina a la pequeña Chloe, trenzándole el pelo.

- No pienses en ello cariño - dice Patrick dándole un beso en la mejilla. Al verlo se me forma un nudo en la garganta - Nate te he dejado una corbata en el baño. - me dice.
Estaba en la cocina, tomándome algo para el dolor de cabeza, vestido con unos vaqueros, una camisa y una americana azul marino, no pensaba ponerme el traje de estirado y mucho menos una corbata. Salgo de la cocina y me los encuentro, Patrick con un traje perfectamente planchado, Michelle con un vestido largo y dorado que la hacía más hermosa aún y las dos niñas, vestidas iguales con vestidos Rosas y perfectamente peinadas.

- ¿No te vas a poner el traje completo verdad? - me pregunta mi hermano.

- No. - le contesto. Al final Patrick tenía miedo de que apareciera por allí Michael y acabé por tener que ir para que se callara y me dejara tranquilo. Podía ser realmente molesto cuando quería.
Me fui directo al coche dándole vueltas a qué hubiera pensado Joy de haber visto a su hermana así. Seguramente se hubiera montado en el coche y se hubiera recorrido la ciudad con el arma de su padre, sin exageraciones, lo esperaba de ella. Pero no está, me tengo que recordar, y no va a volver. Era doloroso decirlo, no parecía real, no parecía que hubiera muerto y esperaba que, en cualquier momento, apareciera por la puerta y me suplicara que le preparara un baño para dos, con espuma, burbujas, música y velas. Espanto la imagen de la cabeza y me meto dentro del coche, seguido de todos los demás.

Al parecer, a medida que nos acercábamos, pude ver que la fiesta estaba situada en un chalet cerca de la playa, con vistas al mar. Tenía un precioso jardín que, al abrir la vaya, daba directamente a la arena de la playa. Era precioso. Como supuse todos empezaron a preguntar sobre asuntos que me esforzaba por olvidar, qué pasó, cómo murió, si nos queríamos, cómo nos conocimos y los más graciosos, cómo  se me había pasado por la cabeza enamorarme de una chica con un cáncer terminal. La gente era así de estúpida. Al final, acabé con la cabeza embotada y con los ánimos por los suelos, como  ya suponía que iba a pasar, así que, en cuanto mi hermano se despistó y se hubo tomado dos copas, me fui de allí y empecé a caminar por la orilla de la playa, alejándome del ruido y de la gente, con ganas de gritar y de morir de una manera rápida e indolora. Sentía como si el corazón se me fuera rasgando poco a poco, cada vez a más profundidad sin que nunca llegara a sanar. Cada vez la tortura era mayor, cada vez pensaba más en ella y aparecía más veces en mis sueños, sentía el peso del mundo sobre mis hombros y como éste hacía fuerza para hundirme. 

Todo parecía tan surrealista que no entendía como había personas a las que ni siquiera se les notaba que pasaban por algo así. La luna iluminaba el mar con sombras plateadas y el frío me llevaba a un pasado no muy lejano donde, en un sitio no mucho más diferente aquel, trajimos a Joy a ver por última vez la playa. Entonces estaba ya muy enferma, pero el brillo de sus ojos no mostraban otra cosa que no fuera felicidad.

No sé cuanto tiempo llevo andando cuando empiezo a escuchar de nuevo la música, pero no era la misma de antes no... Creo reconocer la canción, un tema de Imagine Dragons llamado Warriors suena a todo volumen. En la playa hay hogueras encendidas y coches con música a todo volumen. Hay bastante gente, unas veinte o treinta personas bailando y bebiendo.

- ¡¿Nate?! - escucho una voz que me llama. Me giro, acabo de pasar por toda la gente y tenía pensado dar la vuelta para volver al chalet cuando una chica se hacerca corriendo con los ojos brillantes - ¡Nate! Has venido - me quedo mirando a la chica y entonces me acuerdo, es la chica de la tienda de música, Maggie. Ni siquiera me acordaba de la fiesta con todo lo que había pasado.

- Sí... Ehh... Hola yo, yo ya me iba - digo pasándome la mano por la nuca.

- ¿Qué? - dice sonriendo - vamos si acabas de llegar ¿Una cerveza?

- Yo no... - digo tratando de evitar la conversación - tengo que irme.

- Vamos, solo una, quizás dos... - suspiro y pienso, podía quedarme allí, con gente que no me conocía de nada, o podía volver a la fiesta de estirados donde sí. - vas muy elegante, nunca lo hubiera dicho cuando te vi en la tienda... - su luto un bufido mientras empezamos a andar hacia el maletero de un coche.

- Sí tú supieras... - miro a mi alrededor y todos van o en sudadera o similares, era cierto que iba demasiado arreglado en lo que en la otra fiesta era demasiado informal.

Resultó ser bastante acogedor, había buena música, hacía calor por la fogata y la gente solo iba a pasárselo bien, de vez en cuando se hacercaba alguna chica, pero era Maggie la que se encargaba de invitarlas a irse. No tenía interés en hablar con mucha gente aquella noche, simplemente quería que pasaran las horas. Y pasaban, pero cada vez me encontraba peor...

- Eh, ¿Estás bien? - me pregunta Maggie, pero no se que responderle, me tiemblan un poco las manos y mi respiración empieza a ser irregular.

- Sí, sí, estoy en perfectas condiciones - digo sonriendo - será algo que he comido que no me ha sentado bien. - digo dándole  un sorbo a algo que no sabía ni lo que era.

Entonces solo sé que empezó a faltarme el aire, tenía muchísimas ganas de vomitar, no sé como pasó y de repente solo podía escuchar las voces a mi alrededor de gente desconocida pidiendo ayuda para llamar a una ambulancia sorprendidos, escucho a alguien llamarme mientras sufro convulsiones en la arena de la playa sin ser totalmente consciente de lo que estaba ocurriendo.

Cuando consigo abrir los ojos lo veo todo borroso y, a medida que parpadeo, empiezo a ver las cosas más claras. Había una conocida luz blanca en el techo que hacían que me doliera la cabeza.   Me siento sobre la cama del hospital y, en el antebrazo, tengo una vía. A un lado de la habitación hay un cristal por el que puedo ver médicos pasar de un lado para otro. Mierda. No sabía que había hecho la noche anterior y menos que me llevaría a estar de nuevo allí.

- Hola - escucho una voz al otro lado de la habitación. Patrick tiene la voz ronca y grandes ojeras bajo los ojos, como si hubiera estado toda la noche sin dormir.

- ¿Qué ha pasado? - preguntó pasándome una mano por el cabello.

- Me pasé horas buscándote por la playa, horas... Y encontré a una chica, llorando y pidiendo ayuda a un par de kilómetros. Tú... - me quedo petrificado escuchándole, parece a punto de hecharse a llorar, y no le culpaba. - estabas allí, tendido, inconsciente... La chica decía que estábais en una fiesta, que todos se asustaron y salieron corriendo al verte así. Ella se había dejado el teléfono en uno de los coches y no podía pedir ayuda... Tampoco sabía lo de tu medicación. Los doctores dicen que no te has muerto  de milagro, - dice riendo irónicamente - habías bebido bastante alcohol, lo tenías prohibido pero lo bebiste y, al parecer, uno de los chicos te debió hechar algo en la bebida que, antes de que te llegara a hacer efecto... - me paso una mano por el rostro y me vuelvo a tumbar...

- Joder... Lo siento Patrick yo... No tengo excusa.

- No, no la tienes Nathan, a partir de ahora se encargará de ti un voluntario, yo ya no puedo más... -se levanta de la silla, dispuesto a salir, dejándome con la boca abierta.

- ¿Qué? Patrick ¿de qué estás hablando? No te vayas Patrick - le suplico cuando se dispone a abrir la puerta. Era demasiado tarde para suplicar.

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